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Exposición actualJuan Olivares
Un pam de llum
20 Nov - 17 Ene 2026
VER DETALLES VER DETALLESLa pintura de Juan Olivares (Catarroja, 1973) se desarrolla en el territorio de la abstracción como un ejercicio de observación y de resistencia. Lejos de los lenguajes de la inmediatez, su obra defiende el tiempo lento del proceso pictórico y la necesidad de experimentar desde la materia. En Un pam de llum esa investigación se condensa en torno a un eje, la luz como agente de transformación, no como simple efecto visual, sino como símbolo de claridad interior y de revelación de lo invisible.
El artista aborda la pintura como un espacio donde las capas de color funcionan a modo de estratos de experiencia. Cada superficie conserva el rastro de su construcción, las huellas de un proceso que no busca ocultarse, sino mostrarse como parte esencial del resultado. El gesto manual, la densidad del óleo, la transparencia del pigmento o el peso del color son elementos que no describen una imagen, sino que producen una atmósfera, una condición de lo visible. En ese sentido, las obras de Olivares no representan, sino que acontecen, porque su pintura no remite a otra cosa que a su propia existencia.
Hay en su trabajo una tensión constante entre control y abandono. Cada trazo parece debatirse entre la precisión de quien sabe lo que hace y la entrega de quien permite que la materia decida. Esa dualidad dota a las piezas de una energía contenida, de una vibración que convierte lo estático en acontecimiento perceptivo. La luz, en este contexto, no es un motivo, sino un modo de comprender el mundo, una forma de mirar desde la claridad, aunque esa claridad a veces ciegue.
En los lienzos y papeles que componen Un pam de llum, la pintura se manifiesta como un espacio de tránsito. Las formas se deshacen sin desaparecer del todo, como si el color conservara la memoria del gesto que lo originó. Esa condición intermedia, entre presencia y disolución, es lo que da profundidad simbólica a la obra, la pintura entendida como un territorio donde la certeza se desvanece y el mirar se vuelve experiencia.
Frente al ruido y la sobreexposición del presente, Olivares propone una práctica que se sostiene en el silencio y la observación. Su trabajo no busca representar la luz, sino dejar que la luz suceda. Esa es la verdadera radicalidad de su propuesta, recordar que incluso un mínimo resplandor, un palmo de claridad, basta para que lo esencial se revele. La pintura, entonces, no interroga el mundo; lo ilumina.
José Luis Pérez Pont
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Exposición actualCarlos Tárdez
El momento preciso
20 Nov - 17 Ene 2026
VER DETALLES VER DETALLESLos días siguen contando con veinticuatro horas, pero su medida ya no parece suficiente. En un tiempo dominado por la prisa y la superficialidad, la pintura de Carlos Tárdez (Madrid, 1976) reivindica el valor de la lentitud, la contemplación y la pausa como ejercicios de resistencia. El momento preciso no alude solo al instante representado, sino al acto mismo de mirar, a ese ejercicio consciente que exige una suerte de desobediencia frente al flujo continuo de estímulos.
Tárdez propone una reeducación del tiempo. Sus imágenes, de apariencia realista, no buscan la exactitud formal sino la resonancia emocional, el punto en que la observación se transforma en pensamiento. Sus obras no son narraciones cerradas, sino detonantes de memoria. No cuentan una historia, convocan sus versiones posibles.
La práctica artística, en este contexto, se revela como un acto de resistencia lúcida, a la vez que un ejercicio inútil en apariencia, pero precisamente por ello esencial. En tiempos en que la utilidad es la medida de todas las cosas, el arte reivindica su inutilidad como refugio de lo humano.
Sus personajes, adolescentes detenidos en gestos que aún pertenecen a la infancia, encarnan ese tránsito entre mundos, el momento en que la inocencia cede ante la conciencia, cuando el juego comienza a mezclarse con la responsabilidad, y la mirada se vuelve más reflexiva. En ellos persiste el deseo de retener lo perdido, de mantener viva una forma de relación con el mundo basada en la curiosidad y la emoción primaria. Sin duda, crecer no es otra cosa que aprender a mirar de nuevo.
Cada obra de Carlos Tárdez mide el tiempo de otra manera, no en minutos ni en jornadas, sino en intensidad, en la huella que deja la experiencia cuando se la mira con calma. Su pintura nos recuerda que todavía es posible parar, observar sin culpa, dejar que el pensamiento repose en lo visible. Y que puede que ese gesto tan sencillo sea hoy la forma más radical de libertad.
José Luis Pérez Pont